La "necrópolis", que significa "ciudad de los muertos", se revela en realidad como un lugar que nos lleva a redescubrir un "mundo de los vivos", permitiéndonos vislumbrar su vida cotidiana y sus sentimientos religiosos a través de testimonios arqueológicos, epigráficos e iconográficos que han emergido de la tierra en una forma casi inalterada, después de más de 1600 años.
En este lugar, que permaneció inalcanzable e inviolado durante dieciséis siglos bajo el suelo de la basílica constantiniana y bajo las imponentes estructuras renacentistas, también se redescubren las raíces de la Iglesia Romana, que germinó en esta tierra regada con la sangre de los Santos Protomártires. Aquí fue crucificado y sepultado San Pedro, y aquí reside todavía hoy el Papa, quien continúa su misión de pastor de la Iglesia universal. Este es el lugar donde se regresa a los albores del Cristianismo en Occidente: sobre la humilde sepultura del Pescador de Galilea se alza la majestuosa basílica, como un cofre que la custodia y como una casa que reúne a todos los creyentes.