Veinte jóvenes aprendices artesanos —marmolistas y canteros, albañiles, estucadores y decoradores, carpinteros, mosaicistas y herreros— están preparados para recoger las antiguas y valiosas técnicas transmitidas para el cuidado de la basílica más grande del mundo.
Se inauguró ayer (lunes 20 de octubre) la cuarta edición de la Escuela de Artes y Oficios de la Fabbrica di San Pietro, en el Palacio de la Canónica, sede de la Fabbrica di San Pietro in Vaticano.
Son 20 los nuevos jóvenes aprendices: 13 mujeres y 7 hombres, entre marmolistas, albañiles, estucadores, decoradores, carpinteros, mosaicistas y herreros, dispuestos a aprender las antiguas y preciosas técnicas transmitidas para el cuidado de la Basílica más grande del mundo, corazón de la cristiandad. Algunos tienen menos de veinte años y provienen de distintas regiones de Italia, dos del extranjero, de Ecuador.
¿Su sueño? “Convertir nuestro sueño en un trabajo permanente”, dijeron al unísono.
“No se puede trabajar bien sin pensar bien y sin tener el corazón bien dispuesto”, afirmó el cardenal Mauro Gambetti, arcipreste de la Basílica Papal de San Pedro y presidente de la Fabbrica di San Pietro, explicando el sentido y espíritu de la Escuela de Artes y Oficios. Recordó que la Escuela “quiere transmitir competencias profesionales, pero también humanas, porque cada uno de nosotros es responsable de hacer fructificar el talento recibido, para dar vida a una comunidad de fraternidad y paz. En la unión entre el oficio y las competencias humanas se alcanza el máximo nivel de expresividad y trabajo”. La Escuela ofrece no solo formación técnica, sino también “un encuentro con uno mismo y con la propia dimensión más íntima”, añadió el cardenal, exhortando a los alumnos: “Aprovechad lo mejor de lo que se os dona”.
Padre Francesco Occhetta, director de la Escuela y secretario general de la Fundación Fratelli Tutti, la describió como nacida de un sueño y como un don compartido. Citó al compositor Gustav Mahler: “La tradición es custodiar el fuego, no adorar las cenizas”. También recordó las palabras de Miguel Ángel sobre la importancia de sustraer, como en la escultura: “Esto vale para el arte, pero también para vuestras vidas, para descubrir el diseño que os espera”.
Emilia Rio, directora operativa de la Fabbrica, definió como “una elección valiente y significativa” la decisión de emprender este camino en una era cada vez más digital y menos manual. Deseó a los alumnos “aprender la mirada hacia la belleza”.
Assunta Di Sante, responsable científica de la Escuela, recordó que esta experiencia formativa “nació de la necesidad de transmitir conocimientos y competencias”, destacando que la Escuela es también “una forma de custodiar el arte a través de las manos”. La Fabbrica ha reabierto un capítulo que siempre le ha pertenecido: en el siglo XVIII existía el Estudio Pontificio de las Artes. Estudio, observación y trabajo práctico son los principios que sustentan su método formativo.
“La belleza de la Basílica no puede separarse de la belleza del Evangelio. Ese arte habla de fe”, dijo el periodista Piero Damosso durante la presentación, anunciando la publicación del primer manual de la Escuela de Artes y Oficios.
Teoría y práctica se alternarán continuamente a lo largo de las seiscientas horas totales del curso. En cada especialidad, el taller es el corazón del aprendizaje, donde el conocimiento se transforma en experiencia.
El saber crece en la relación entre quien enseña y quien aprende, en la precisión del gesto que cada arte exige. Una comunidad de práctica, donde el intercambio y la confrontación desde perspectivas diversas y complementarias tienen un valor excepcional.
El conocimiento no permanecerá solo en la Fabbrica, sino que los alumnos lo llevarán consigo más allá de la Basílica de San Pedro, allí donde trabajen.
La Escuela de Artes y Oficios de la Fabbrica di San Pietro ha recibido el Premio “Europa Nostra” de la Comisión Europea, entregado el pasado 13 de octubre en Bruselas, en la categoría “Educación, Formación y Competencias”. Los galardonados —30 de 24 países— fueron reconocidos por la excelencia en la conservación y valorización del patrimonio cultural. La Fabbrica fue premiada en representación de Italia, aunque se encuentra en el Estado de la Ciudad del Vaticano.
El premio, un medallón de bronce, fue presentado al final de la ceremonia en presencia de la arquitecta Alessandra Vittorini, representante de “Europa Nostra”.