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El Baldaquino

CONTEXTO HISTÓRICO

El baldaquino situado sobre el altar mayor de la basílica de San Pedro fue realizado por el arquitecto Gian Lorenzo Bernini para el Papa Urbano VIII Barberini entre los años 1624 y1635. Su historia comienza hace cuatrocientos años, cuando el Papa Urbano VIII (1623-1644), tras una especie de concurso pro forma en junio de 1624, confió directamente a su arquitecto de confianza el encargo de realizar el grandioso baldaquino (de Baldac, antiguo nombre de Bagdad, de donde procedían las telas preciosas). En efecto, desde principios del s. XVII se pensó para el altar mayor de San Pedro en un ciborio que evocase, mediante su forma, una cobertura de telas preciosas. En la empresa del baldaquino, Bernini trabajó junto a su padre, Pietro, y a su hermano Luigi; y contó con la ayuda de Francesco Borromini y de numerosos escultores, entre ellos Agostino Radi, Stefano Speranza, François Duquesnoy, Andrea Bolgi y Giuliano Finelli. A estos nombres debemos añadir el del célebre ebanista Giovan Battista Soria.

Gracias a numerosos planos, en primer lugar se realizaron los modelos de madera en escala 1:1, luego la versión en yeso y, finalmente, las ceras para las fundiciones. Por lo que se refiere al complejo y crucial trabajo de fusión de los bronces, en los documentos se repiten insistentemente los nombres de Domenico y Gregorio di Rossi, Orazio Albrizzi y, en calidad de dorador, Simone Lagi. La inauguración del baldaquino tuvo lugar el 29 de junio de 1633, pero aún se trabajó en él durante dos años, hasta 1635. Este monumento de bronce dorado, de casi 29 metros de altura, se alza sobre cuatro estilizadas columnas salomónicas -presentadas en San Pedro el 29 de junio de 1627-, inspiradas en las columnas marmóreas dispuestas en torno a la tumba de Pedro en la antigua basílica; se pensaba que dichas columnas procedían del templo de Salomón en Jerusalén. Hoy pueden verse en los cuatro poderosos pilares que sostienen la gran cúpula, en la llamada Logia de las Reliquias. La última gran intervención radical sobre el baldaquino de San Pedro se remonta al año 1758, y en ella trabajó durante casi tres meses un numeroso grupo de obreros y artesanos especializados (hasta sesenta personas al día). El baldaquino se limpió cuidadosamente, se eliminaron las muchas oxidaciones, se consolidaron y aseguraron diversos componentes, se repararon y rehicieron las partes dañadas y las que faltaban y, sobre todo, los dorados fueron ampliamente restaurados o rehechos. Los documentos conservados en el Archivo Histórico de la Fábrica de San Pedro son elocuentes a este respecto.

 

 

 

DESCRIPCIÓN

El baldaquino mide casi 29 metros de altura (28,74 metros exactamente), lo que se corresponde con un edificio de diez pisos. Se estima que su peso es de unas 63 toneladas (63.000 kg). Se yergue sobre cuatro magníficas columnas de 11,20 m de altura y de nueve toneladas de peso cada una, fundidas en tres secciones y rellenas parcialmente de cemento para acentuar su resistencia estática. Las columnas están situadas sobre altos pedestales (2,60 m) en los que destacan los escudos papales con las simbólicas “abejas de los Barberini”. Las cuatro columnas de bronce, decoradas con ramos de laurel y amorcillos, están rematadas por capiteles corintios. El arquitrabe presenta una franja con decoraciones grutescas y otra con delfines, mientras que el friso muestra el símbolo barberiniano del sol, además de óvolos, rostros grutescos y hojas de laurel.

El marco, ligeramente cóncavo, muestra en los cuatro lados una guardamalleta formada por seis pendones de cobre dorado (de 1,56 x 1,12 m), decorados en el exterior con querubines y abejas, y en el interior con los símbolos papales y abejas; de la parte baja cuelgan grandes borlas, elementos decorativos que evocan los tejidos y adornos colgantes que caracterizan un gran palio procesional, según la intención del autor. El coronamiento está formado por parejas de amorcillos que sostienen los símbolos de Pedro y Pablo, mientras que el llamado “cielo” -el techo de la parte interna- está realizado en madera pintada y dorada; en el centro se sitúa la paloma del Espíritu Santo dentro de un marco con arpías, espirales de acanto y, de nuevo, las abejas de los Barberini. Estas últimas constituyen un elemento decorativo recurrente, junto con otros muchos pequeños detalles naturalísticos tomados de la tradición romana de finales del siglo XVI y situados, por ejemplo, en las bases de las columnas: una mosca en el lado sudeste; una lagartija que devora un escorpión en el lado nordeste; una lagartija y una medalla en el lado noroeste; una medalla papal y un rosario en el lado sudoeste. Estas refinadas decoraciones tomadas del natural, así como el contraste entre el bronce oscuro y el oro, sitúan la monumental estructura arquitectónica a la altura de una preciosa pieza de orfebrería.

Sobre el entablamiento se alzan cuatro volutas a dorso de delfín tripartitas, y grandes hojas de palmera. En la base de las volutas, cuatro artísticos ángeles (de unos cuatro metros de altura y dos toneladas y media de peso), realizados entre 1628 y 1633, sostienen guirnaldas de laurel. Los cuatro grandes ángeles se alternan con cuatro parejas de querubines (de unos 2,2 m) que portan las llaves y la tiara de San Pedro, y la espada y el libro de San Pablo. El fastigio está dominado por la cruz (de 2,2 m.) colocada sobre un globo -que en realidad es un ovoide, para que pueda verse correctamente desde abajo-. Inicialmente, Bernini había previsto como coronamiento del baldaquino una estatua dorada del Salvador de 3,50 m de altura, en la que se trabajó hasta pocos meses antes de la inauguración. El baldaquino puede considerarse como una monumental obra “polimatérica”, ya que aunque aparentemente está hecha solamente de bronce y de bronce dorado, en realidad fue realizada también con otros materiales como: maderas de diferentes esencias y características físicas, para las partes estructurales y decorativas; hierro, para el armazón y, en forma de alambre, para las ataduras; el cobre, trabajado en láminas repujadas, para la realización de figuras y detalles decorativos; los mármoles, para las bases de las columnas; y un mortero parecido al hormigón, para rellenar las columnas y darles la capacidad de soportar el peso de la gran parte superior.

El techo interno está fabricado en madera, y las diferentes partes de bronce dorado están ensambladas por medio de estructuras y armaduras de hierro ocultas. Decenas de documentos de archivo proporcionan detalles sobre las actividades específicas y los materiales utilizados: hormigón y materiales de construcción, además de madera y hierro, para la estructura; cobre, bronce y oro para las decoraciones; mármol para los plintos de las cuatro columnas. La doradura fue efectuada por amalgama con mercurio, a hoja y por contacto. Sobre todo el conjunto insiste, de modo casi obsesivo, la presencia de los símbolos de Casa Barberini: las abejas y el sol radiante, además de amorcillos, frondas de árboles, cabezas con hojas, animalitos y querubines.