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El altar de la Confesión

La Confesión es el espacio sagrado que se abre delante del altar mayor de la basílica y que permite que se vea desde arriba la sepultura de San Pedro. La palabra “confesión” evoca el martirio de Pedro en la colina vaticana, regada con la Sangre de los mártires romanos en la época de las persecuciones del emperador Nerón.

Bajo el altar papal, coronado por el baldaquino de bronce en cuyo interior está representada la paloma del Espíritu Santo, se puede reconocer la tumba de Pedro en el “Nicho de los palios”, así llamado porque en él se colocan, la víspera de la solemnidad de los Santos Pedro y Pablo, los palios, estolas de lana blanca con cruces negras que el Papa entrega a los nuevos arzobispos metropolitanos. Su importancia está subrayada por las estatuas de bronce dorado de los apóstoles Pedro y Pablo, obra de Ambrogio Buonvicino de 1617, que lo flanquean.

El “Nicho de los palios” se corresponde con el edículo funerario erigido en el s. II sobre la sepultura de Pedro que, con algunas transformaciones y revestimientos en mosaico, ha permanecido intacto durante casi dieciocho siglos.  Entre los mosaicos laterales de los apóstoles Pedro y Pablo, en el centro del Nicho de los palios, se encuentra la representación musiva del Salvador, que sostiene el libro abierto del Evangelio en el que está escrito: Ego svm via veritas et vita / qvi credit in me vivet (Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Quien cree en mí vivirá, Jn 14, 6; 11, 25).

Ante la Confesión, el Papa San León Magno († 461) afirmó: «…como permanece lo que Pedro creyó en Cristo, así también permanece lo que Cristo instituyó en la persona de Pedro (…) En toda la Iglesia, Pedro proclama cada día: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”» (De Natale ipsius, III, SCh 200, pp. 256, 258).

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