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Las Grutas Vaticanas

Las Grutas Vaticanas se encuentran en el nivel inferior de la basílica de San Pedro, y están constituidas por un sistema de bóvedas realizadas entre 1590 y 1591 para sostener el pavimento del edificio renacentista. Sin embargo, su origen es aún más antiguo, y se remonta a una variante del proyecto que el arquitecto Antonio da Sangallo el Joven presentó al Papa León X tras muerte de Rafael en 1520. Clemente VIII, en 1592, realizó importantes trabajos de ampliación y acondicionamiento para renovar la cripta medieval -que tomó de él el nombre de “Clementina”- en la que está ubicado el altar del s. VII cerca de la tumba de Pedro (“ad caput Sancti Petri”).

Entre 1616 y 1617, el Papa Pablo V hizo construir dos pasillos rectilíneos que conducen a la Confesión de San Pedro, y añadió a las grutas las capillas “del Salvatorello”, de la Virgen “della Bocciata” y de la Virgen de las Parturientas, que, junto al períbolo en torno a la Confesión, mandó pintar a Giovan Battista Ricci da Novara con frescos de carácter hagiográfico sobre los prodigiosos eventos sucedidos junto a la tumba de San Pedro y con ilustraciones de monumentos de la antigua basílica.

A principios del s. XVI, cuando se demolieron los últimos vestigios de la vieja basílica para completar la nueva, las grutas vaticanas se habían convertido en un lugar de la memoria, una especie de “museo” ante litteram, donde se exponían, como reliquias de la venerada iglesia perdida, estatuas, mosaicos, pinturas e inscripciones. Allí se encontraban las últimas imágenes -vistas internas y externas, así como reproducciones de los distintos monumentos- de aquella antigua basílica desaparecida para siempre.

Sucesivamente, con el Papa Urbano VIII (1623-1644), se realizaron cuatro pequeños oratorios -de Santa Verónica, San Longino, Santa Elena y San Andrés- en la base de los grandes pilares que sostienen la cúpula, y se conectaron con la basílica mediante otras tantas escaleras helicoidales. Las cuatro nuevas capillas, con sus relativos accesos a las grutas vaticanas, fueron proyectadas y realizadas por Gian Lorenzo Bernini, y luego decoradas por un equipo de grandes pintores: Agostino Ciampelli, Guidobaldo Abbatini y otros.   

Después de la segunda mitad del s. XX, se añadieron otros espacios de devoción en torno a la tumba de San Pedro con la construcción y la ampliación de las capillas Irlandesa (1954), Polaca (1958 e 1982), Lituana (1970), de los Santos Patrones de Europa (1981), Mexicana (1992), y del oratorio con la tumba de Pío XII (1958), el Papa promotor de las difíciles exploraciones arqueológicas que llevaron al descubrimiento de la tumba de San Pedro y de la Necrópolis Vaticana. Se realizaron también dos pasillos para conectar las grutas con el exterior de la basílica: al sur, en Largo Braschi, y al norte, en Largo de San Gregorio el Iluminador.

En 1979 se abrió un gran arco en el centro de las grutas para hacer visible la parte frontal de la Confesión con el Nicho de los palios, el lugar más cercano a la tumba de San Pedro. En torno a la sepultura del apóstol se habían dispuesto, como una corona, una serie de capillas dedicadas a la Virgen. El espacio central de las grutas donde se encuentran las tumbas de los Papas sucesores de Pedro se convirtió así en una especie de basílica inferior de tres naves.

© Fabbrica di San Pietro